Toda forma de violencia, contra una vida emocionalmente consciente de sí misma, es un acto injusto y cruel. Teniendo esto claro, empecemos.
Cuando uno pretende aprender a defenderse de algo, primero debe tener claras dos cosas; salir de su zona de confort enfrentando aquello que estima puede agredirle y segundo, dedicarle tiempo, para reeducar al cerebro reptil lo máximo posible.
Del mismo modo, hay que tener en cuenta que desde que el hombre es hombre, ha existido opresión hacia otros congéneres, la opresión (como búsqueda de sumisión y obtención del poder más primario, en las manadas de mamíferos, la obediencia) es un comportamiento atávico, un comportamiento ligado a nuestra propia concepción natural e histórica, la historia del hombre y la mujer es, también, la historia en la consecución de las guerras y la violencia.
Resulta más que evidente, que estos comportamientos atávicos, pueden reducirse (y de hecho así lo hacen) con modelos educativos emocionalmente consistentes, sin embargo, la sociedad no es un modelo ideal de personas, es sencillamente una organización, económica, intelectual y emocional de seres humanos y en esa coyuntura avanza… hacia lo que autodefine como progreso.
Dicho y dejado claro todo esto, pasemos a desglosar aquello que nos ocupa, la defensa personal femenina. Mas concretamente, los motivos por los cuales estoy totalmente en contra de esta, tal y como se ofrece hoy día, tras esta breve introducción, vayamos al grano.
Es más que común que estas prácticas, bastante extendidas actualmente, se centren en trabajos que realizarán mujeres contra mujeres, esto, comercialmente funciona, lógico, pues subyace la idea de que quien mejor para entenderte que personas que quizá pasen o ya hayan pasado por lo mismo que tú. Sin embargo, como ya ha quedado escrito en otras líneas, si a pelear, se aprende peleando y a besar, se aprende besando, para defenderte de un hombre (recordemos el contexto, defensa personal femenina y estadísticamente hablando, las agresiones a mujeres suelen desarrollarlas hombres), debes entrenar contra hombres. Lo sé, será más difícil, pero merecerá mucho más la pena.
En caso contrario sucederá lo que siempre se viene desarrollando en estos tiempos, que se ofrecerá un curso a cambio de dinero aprovechándonos de las inseguridades de las alumnas, ellas trabajarán mucho más cómodas y saldrán contentas, pensaran en técnicas y que como ya piensan que conocen cuatro o cinco técnicas, defenderse será coser y cantar. Luego vienen los disgustos y la culpa, no es de las alumnas, es de los estafadores y por supuesto, de los agresores.
Estafadores que, sin embargo, están legalmente certificados, estafadores que pueden acreditar su formación, debidamente reglada por la correspondiente federación, como si la enseñanza fuera un título. A un profesor lo forjan sus alumnos, el peor de todos ellos medirá tu propia dimensión como docente, cuantos más alumnos, mejor se forjará el profesorado. Lo forjan sus combates, lo forjan su soltura y balance con las diferentes inteligencias que componen su haber. Uno no es maestro, ni profesor, ni monitor, ni nada relacionado con la enseñanza por tener un título que así lo acredite. (el cual evidentemente, también es importante). El trabajo hace al trabajador y la profesión, hay que demostrarla.
Nuestras alumnas, trabajan con compañeros y compañeras, sin ningún nivel de discriminación, las nuestras y las de muchas otras escuelas, insisto, muchas escuelas, pero ahora, estamos hablando de aquellas donde no abunda, de aquellas donde parece ser que la condición femenina es sinónimo de inferioridad formal, que pena discernir errónea la flor cuyas semillas fueron a dar con la carretera, por suerte florecerá de igual modo si se riega como merece. He visto a hombres palmear frente a un triángulo bien cerrado de mujeres mejor formadas y en ello creo, en que todo es como dice la película, cuestión de “presión y tiempo”.
Cuando se enseña, en general, se debe enseñar conceptualmente, ofrecer técnicas “solo para” o técnicas “especiales para” mujeres, atendiendo al contexto de la violación, no solamente es mezquino y soez, sino que es un completo disparate, los conceptos que rigen la guerra, llevan existiendo miles y miles de años, ya está todo inventado, más allá de las etiquetas y los estilos donde cada maestro vierta su forma de enseñar, los conceptos se mantendrán perennes en el tiempo y por ello no hay que especializarse en ofrecer trabajos adaptados para mujeres, hay que enseñar a los ciclos emocionales del cerebro a vivir bajo el estrés que supone una agresión, para que cuando esta suceda, no te bloquees y aún así, entrenar bien, no te garantiza que el futuro salga como quieres, siento escribirlo de forma tan tajante y anticomercial pero así es.
Y luego está la brillante idea de ofertar cursos de 3 horas a mujeres que no hacen nada, no entrenan nada, se fían completamente de ti y les ofreces como decíamos en mi anterior trabajo; melones gordos y que pesen poco, lo siento, pero son cosas incompatibles. Si quieres aprender, dedica tiempo, no hay secretos.
Y por todo esto, os agradecería, que si buscáis clases específicas de: “Defensa personal femenina” no vengáis a esta escuela, no ofrecemos “defensa personal femenina”.
Muchas gracias
Jorge Lázaro de Miguel