Tras este periodo, redescubrí el Wing chun, de la mano de Wing chun wuyi, cogiendo clases privadas, cada semana, además de las propias clases, de esta etapa me llevé grandes momentos, buenas personas y a mis hermanos y hermanas mayores, prácticamente en paralelo, comencé a formarme con Kali filipino, ya que en los programas de mi Sifu (Jose C. Casimiro) se pedía al menos haber asistido a un seminario de Kali y yo pensé, bueno si empiezo a trabajarlo, eso que tengo andando y eso hice. El Kali filipino, tiempo después, curiosamente me llevo a practicar Jeet Kune Do, el cual a su vez me llevo a entrenar Brazilian Jiu Jitsu con mi Mestre actual (Denio), al poco de haber empezado con BJJ, me interesé por el combate en sí y dado el gusto que siempre tuve por los sistemas de armas, contacté con mi maestro de Eskrima de combate, Lázaro Talaya, su visión del enfrentamiento en general y del enfrentamiento armado en particular me pareció sencillamente fascinante.
Decidí, movido por mi Sifu de Wing chun, al cual aprovecho para agradecer todo lo que siempre ha hecho y sigue haciendo por mí, empezar a dar clases de manera formal de este arte, en ese periodo tuve una discusión con el que fue mi profesor de JKD y Kali, ante lo cual, dado que tuve la oportunidad de conocer a mi actual maestro de JKD y Kali en un curso años atrás, decidí comenzar mi formación con Sergio López, recuerdo que la primera clase privada que tuve con él, pensé: “es una enciclopedia”.
En estos 4 maestros y en sus diferentes disciplinas he encontrado y encuentro respuestas a un sinfín de preguntas, continuamente auto obligándome a salir de mi zona de confort, considero que las artes marciales son un camino sin final donde el placer por aprender se conjuga con la voluntad de transmitir lo aprendido. Respeto, entusiasmo y sacrificio son tres de las palabras que procuro tener siempre presentes.